Los disfraces de un país arrodillado
Qué
sentido tiene el día de las brujas en Colombia, si todos los días más de 40 millones
de personas están disfrazados aparentando cosas que no son. El presidente viví todos los días disfrazado
de Santo, cosa que no es, los santos son pocos, muy pocos y no los del
cristianismo, son pocas personas que han hecho algo por sus vidas y por las de
los demás. El procurador se pone sotana todos los días, al mejor estilo de sacerdote
inquisidor del siglo xv, aquel ser ruin que cree tener la verdad revelada con
base en sus creencias recicladas y obsoletas.
El presidente venezolano anda vestido de médium
intentando revivir a Chávez a ver si una vez por todas le enseña cómo manejar
un país, aunque sería bueno que consiguiera otro profesor. Mario Uribe anda disfrazado
de falso positivo de la administración de justicia, sabiendo que es uno de sus múltiples
disfraces, le queda mejor el de preso o el de narco-paramilitar. El ex
presidente de baja estatura e ideas cortas, anda vestido de libertador de un país
que no lo necesita, de un país que destruyo, de un país que sigue creyendo en
brujas y en milagros.
Andrés
Felipe Arias, sigue creyendo que es un pitufo inocente que solo trato de ayudar
a los campesinos, creyendo que enano aquel ex presidente lo va a salvar de
terminar en la cárcel. En este país el día de las brujas comienza días atrás,
pues hay concejales que se creen agentes del FBI, asechados de una persecución de
maleantes. Otros trabajadores canales nacionales se visten de periodistas,
cuando ni siquiera son celadores de edificio chismoso, pues se venden al mejor
postor con tal de comunicar la imparcialidad de sus noticias. Otros en tanto se
disfrazan de políticos de izquierda buscando el bienestar del pueblo, cuando en
realidad sus campañas las pagaron millonarias multinacionales para proteger sus
intereses en el zoológico del congreso.
Los
senadores se disfrazan durante las elecciones de yerbateros amazónicos prometiendo
hasta lo que no pueden, y el resto del año son badulaques con billeteras
infladas. Lo peor de todo es que el resto de colombianos nos acostumbramos a disfrazarnos
de mendigos, pues cualquier cosa que nos bote el gobierno es pura limosna,
cuando es su obligación velar por el bienestar de su población. Y yo aquí disfrazado
de escritor mediocre que a duras penas aprendió a escribir, disfrazado de un
soñador sin alas que imagina todos los días un país mejor.
Jorge villalobos
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