jueves, 31 de octubre de 2013

Los disfraces de un país arrodillado


Qué sentido tiene el día de las brujas en Colombia, si todos los días más de 40 millones de personas están disfrazados aparentando cosas que no son.  El presidente viví todos los días disfrazado de Santo, cosa que no es, los santos son pocos, muy pocos y no los del cristianismo, son pocas personas que han hecho algo por sus vidas y por las de los demás. El procurador se pone sotana todos los días, al mejor estilo de sacerdote inquisidor del siglo xv, aquel ser ruin que cree tener la verdad revelada con base en sus creencias recicladas y obsoletas.

 El presidente venezolano anda vestido de médium intentando revivir a Chávez a ver si una vez por todas le enseña cómo manejar un país, aunque sería bueno que consiguiera otro profesor. Mario Uribe anda disfrazado de falso positivo de la administración de justicia, sabiendo que es uno de sus múltiples disfraces, le queda mejor el de preso o el de narco-paramilitar. El ex presidente de baja estatura e ideas cortas, anda vestido de libertador de un país que no lo necesita, de un país que destruyo, de un país que sigue creyendo en brujas y en milagros.

Andrés Felipe Arias, sigue creyendo que es un pitufo inocente que solo trato de ayudar a los campesinos, creyendo que enano aquel ex presidente lo va a salvar de terminar en la cárcel. En este país el día de las brujas comienza días atrás, pues hay concejales que se creen agentes del FBI, asechados de una persecución de maleantes. Otros trabajadores canales nacionales se visten de periodistas, cuando ni siquiera son celadores de edificio chismoso, pues se venden al mejor postor con tal de comunicar la imparcialidad de sus noticias. Otros en tanto se disfrazan de políticos de izquierda buscando el bienestar del pueblo, cuando en realidad sus campañas las pagaron millonarias multinacionales para proteger sus intereses en el zoológico del congreso.

Los senadores se disfrazan durante las elecciones de yerbateros amazónicos prometiendo hasta lo que no pueden, y el resto del año son badulaques con billeteras infladas. Lo peor de todo es que el resto de colombianos nos acostumbramos a disfrazarnos de mendigos, pues cualquier cosa que nos bote el gobierno es pura limosna, cuando es su obligación velar por el bienestar de su población. Y yo aquí disfrazado de escritor mediocre que a duras penas aprendió a escribir, disfrazado de un soñador sin alas que imagina todos los días un país mejor.    


Jorge villalobos